A Donald Trump le gustaba imponer aranceles sobre los productos extranjeros durante su primera presidencia. Sin embargo, su impacto fue apenas perceptible en la economía general, aunque sus repercusiones fueron claras en industrias específicas.
Los datos muestran que nunca cumplieron completamente su promesa de crear empleos en fábricas. Tampoco provocaron la avalancha de inflación que temían los críticos.
Esta vez, sin embargo, sus amenazas arancelarias podrían ser diferentes.
El presidente electo está hablando de ir mucho más allá, en una escala potencial que crea más incertidumbre sobre si hará lo que dice y cuáles podrían ser las consecuencias.
“Va a haber muchos más aranceles, quiero decir, está bastante claro”, dijo Michael Stumo, el director general de Coalition for a Prosperous America, un grupo que ha apoyado los impuestos a la importación para ayudar a la manufactura doméstica